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Jóvenes, prácticas culturales y tecnologías*

Por: Mariana Maestri

Las tecnologías de la comunicación e información han provocado transformaciones en diferentes ámbitos y niveles que conforman la realidad social. La presencia de dispositivos comunicacionales basados en la interconexión, instantaneidad, simultaneidad y globalización de la información han hecho que el esquema comunicativo tradicional basado en un modelo simple, de sentido único, emisor – receptor se modifique por el de redes múltiples en las que cada persona es el punto de inicio y de llegada de demandas y respuestas, en las que se ponen en juego las singularidades y homogeneidades que conforman esta cadena (casi infinita) de interacciones.

Estos dispositivos son el resultado de la unión entre las computadoras, la televisión y los teléfonos celulares por lo que hoy nos encontramos en medio de una revolución tecnológica que supone una modificación a nivel cultural hacia nuevas formas de producción, distribución y circulación de la información mediadas por las tecnologías de pantallas. Los nuevos medios de comunicación han generado una matriz que posee su propia racionalidad productora y generadora de sentido. Este nuevo ambiente está caracterizado por la convergencia de medios, es decir, la desaparición de los límites entre los distintos medios de comunicación masiva y la fusión de estos en un único mecanismo digital, lo que posibilita – a través de transformar todos los mensajes en ceros y unos- el manejo simultaneo de voz, datos e imágenes mediante un sólo dispositivo tecnológico.

En este marco son los adolescentes y los jóvenes quienes adoptan, se adaptan con mayor facilidad y se apropian de las nuevas tecnologías constituyendo lo que muchos han denominado los “nativos digitales”[1]. Son, para decirlo de otro modo, los NyC, niñas y niños nacidos y criados en el ambiente  tecnológico en el sentido que lo ha planteado Mcluhan, es decir, en un entorno determinado por las tecnologías que imponen modos perceptuales, formas de relacionarse con los otros y maneras de acceder y conectarse con la realidad.

En un sentido similar, J. Martín Barbero, plantea que “serían los jóvenes quienes encarnarían un nuevo sensorium audiovisual pues ellos son “sujetos dotados de una ‘plasticidad neuronal’ y elasticidad cultural que(…) es más bien apertura a muy diversas formas, camaleónica adaptación a los más diversos contextos y una enorme facilidad para los ‘idiomas’ del video y el computador”.[2]

En el marco general del Proyecto de Investigación “Interfaces en Pantallas: TV, PC e Internet, se elaboró otro denominado “Consumos y Prácticas culturales: un abordaje sociosemiótico del ámbito de la recepción”[3], en el que hemos decidido realizar un abordaje cualitativo y de carácter etnográfico del consumo de estos nuevos medios  mediante la observación y entrevistas a un sector de jóvenes y adolescentes  de clase media de la ciudad de Rosario. La elección de esta metodología se debe a que consideramos que es mediante la observación, la recolección de información a través de entrevistas focales y encuentros pautados con grupos determinados que podemos dar cuenta de una parte de la población tan heterogénea y variada como es la de los jóvenes. Además, y principalmente, partimos del supuesto de que la recepción, en este contexto mediológico, es diversa y fragmentada y por lo tanto, los usuarios tienen un mayor grado de intervención en el proceso de elaboración y producción  de los mensajes. Estos “nativos digitales”, generación que se ha educado y socializado en un entorno digital, conforman un público con nuevas competencias tano a nivel cognitivo como perceptual. Esto nos hace presuponer que los consumidores pueden “negociar” y “resistir” al construir sus propios significados a partir de sus propios hábitos y prácticas sociales. La relación entre elaboración, construcción y negociación implica el paso de la práctica cognitiva a la práctica social.

“Si los viejos consumidores se suponían pasivos, los nuevos consumidores son activos. Si los viejos consumidores eran predecibles y permanecían donde les decías que se quedasen, los nuevos consumidores son migratorios y muestran una lealtad hacia las cadenas, las redes y los medios. Si los viejos consumidores eran individuos aislados, los nuevos consumidores están más conectados socialmente. Si el trabajo de los consumidores mediáticos fue antaño silencioso e invisible, los nuevos consumidores son hoy ruidosos y públicos”. (29)

Esta actividad del receptor la entendemos como lo plantea De Certeau  desde su noción de táctica, “…un cálculo que no puede contar con un lugar propio, ni por tanto con una frontera que distinga al otro como una totalidad visible. La táctica no tiene más lugar que el del otro. Se insinúa, fragmentariamente, sin tomarlo en su totalidad, sin poder mantenerlo a distancia. No dispone de una base donde capitalizar sus ventajas, preparar sus expansiones y asegurar una independencia en relación con las circunstancias. Debido a su no lugar, la táctica depende del tiempo, atenta a ‘coger al vuelo’ las posibilidades de provecho. Necesita jugar constantemente con los acontecimientos para hacer de ellos ‘ocasiones’. Sin cesar, el débil debe sacar provecho de fuerzas que le resultan ajenas. Lo hace en momentos oportunos en que combina elementos heterogéneos, pero su síntesis intelectual tiene como forma no un discurso, sino la decisión misma, acto y manera de ‘aprovechar’ la ocasión. Caza furtivamente. Crea sorpresas. Le resulta posible estar allí donde no se le espera. Es astuta”.[4]

La libertad de estos consumidores, o prosumidores como los denomina De Certeau se encuentra circunscrita en el establishments en el sentido de la sociología de Goffman, es decir, un espacio cerrado, con limites para la percepción, en el que se lleva a cabo regularmente un tipo determinado de actividad. En general los usuarios utilizan las tecnologías para recabar información sobre otras personas o dar información sobre ellos mismos, entran en presencia de los demás, interactúa con los otros y realizan una presentación de sí mismo.

Ciertos conceptos y lecturas de la vida cotidiana y la interacción nos serán útiles para interpretar el uso que los jóvenes y adolescentes realizan de sitios como Facebook, HI 5 y otros espacios virtuales de  similares características.

Desde este lugar intentaremos contribuir al debate sobre ciertos temas que se han tornado recurrentes -pero no por esto han dejado de ser interesantes-  en la literatura sobre las nuevas tecnologías de comunicación e información, a saber, los modos de consumo vinculados a Internet, los teléfonos celulares, los procesos de subjetivación, de vinculación y  las nuevas formas de agruparse de un sector de los jóvenes rosarinos.

Consideramos, como ya lo expresó McLuhan que: “Nadie conoce todavía el idioma inherente a la nueva cultura tecnológica. Somos todos ciegos y sordomudos, respecto de la nueva situación. Nuestros más impresionantes vocablos y pensamientos nos traicionan, ya que nos remiten a lo pre existente, no a lo actual”.[5]

Nosotros tampoco lo conocemos por lo que lo que se leerá a continuación son unas notas que buscan explorar este nuevo marco social en el que se encuentran los adolescentes y los jóvenes.

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