Por: Lic. Ricardo Diviani
Introducción
Desde las últimas décadas del siglo XX el concepto de audiencia, que históricamente había ocupado un lugar destacado en los estudios sobre medios masivos, fue sucesivamente puesto en crisis. Si las transformaciones de las tecnologías de la comunicación a partir de los 80’, fundamentalmente la introducción a los hogares de la video casetera y posteriormente la aparición de la televisión por cable, expresaron el comienzo del fin del “audiencia” entendida como masa indiferenciada expuesta a los distintos medios (y de alguna manera, el comienzo del ¿“fin”? de la televisión generalista y otros soportes “tradicionales”[1]), en la actualidad, con la emergencia de algunos dispositivos audiovisuales entramados en Internet, parece poco pertinente sostener aquel “viejo” concepto.
Por aquellos años de fin de milenio hubo intentos de encontrar “nuevas” formas de dar cuenta del fenómeno que estaba emergiendo en el marco de los estudios cualitativos de recepción. Se propuso hablar de audiencia en plural para abordar el paso de la homogeneidad a la diversidad de los “públicos”. Algunos encontraron más pertinente referir a “consumidores”, no entendido el consumo en su acepción económica, como lugar donde se realiza la mercancía sino como espacio de negociación, apropiación y producción de sentido y otros, también, comenzaron ha sostener la idea de públicos “nomádicos” o “sujetos errantes” difícil de “localizar” en un lugar o espacio determinado[2].
Hoy se hace evidente que el concepto de audiencia/s ya no parece como el más apropiado para un estudio sobre los nuevos dispositivos digitales. Tampoco pareciera una alternativa válida las propuestas que antes mencionábamos: ninguna de ellas pone en riesgo –a pesar de los intentos – a la “recepción” como una polaridad ya adquirida y definida a priori en un sistema más o menos lineal de comunicación. Quizás habría que dejar en suspenso a las audiencias y sus derivados y pensar en los “actores”. Esta noción de actor, consideramos, puede resultar pertinente siempre y cuando haga referencia a la intervención activa y necesaria de las “audiencias” en los procesos de producción de sentido[3]. En los nuevos soportes digitales, los actores se encuentran en una red de interrelación en la que nociones de emisores-receptores se diluyen y se convierten en participe fundamentales de la circulación de determinados materiales significantes.
Por otro lado entendemos importante distinguir al actor del “sujeto”, entendido como sujeto “cartesiano” de conciencia y libertad y del “agente” como mero reproductor de prácticas establecidas. La noción de actor se halla en los intercisios entre el puro determinismo y la autodeterminación, entre aquel “sujeto sujetado” a las “estructuras” y uno puramente autónomo. En esa tensión se mueven los actores de la comunicación y los actores sociales en general. Obviamente el “abandono” del concepto de audiencia/s no impide el análisis sobre accesos y exposición ante los medios. Para aquellos interesados en los modelos de negocios de determinados dispositivos mediáticos conocer las “audiencias” sigue siendo fundamental para las cuestiones, por ejemplo, de la publicidad y la venta. En última instancia, los actores también son “audiencias”. Aún más: ¿Quiénes son los verdaderos actores de la comunicación y quiénes los simples espectadores? Si damos créditos a algunos estudios que nos indican que –como ya todos intuimos- los usuarios “activos” en sistemas como Facebook y Youtube , aquellos que realizan un posteo o cuelgan un video, son minoritarios, esto no implica que la noción no tenga sentido. Entendemos que, producto de la web 2.0 los actores de la comunicación se han convertido en el elemento esencial para el funcionamiento de estos sistemas. Sin ellos, obviamente no habría “redes sociales”.